Capítulo
7: Cuervos Blancos
Larissa
respiró de manera inquieta, sus dedos entumecidos aún no soltaban el volante de
su automóvil clásico. Se quedó callada otros dos minutos, sintiendo el modo en
que Jerom la contemplaba fijamente, con mesura, como si intuyera lo que ella
había tratado de hacer. Bufó, recordando la marea de palabras que habían
intercambiado esa noche, recordando ese instante en el que Jerom le gritaba que
escapara.
–Me llamaste
tonta –Larissa expuso con rabia y displicencia, sin siquiera mirarlo.
¿Qué? Se
preguntó el chico dentro de su cabeza. ¿Acaso
eres tonta? Recordó con malicia las palabras que le había escupido con
desdén. Se largó a reír. Larissa abrió su boca, sorprendida por su
atrevimiento. Después de llamarla tonta, ¿encima se reía?
–¿Qué? –él
dijo con diversión–. ¿No puedes soportar la verdad?
Ella se volvió
para mirarlo con el ceño fruncido.
–¡No es
cierto, no soy tonta, tú lo eres!
Él se encogió
de hombros.
–Como digas.
Ah, Larissa
odiaba eso. Odiaba cuando las personas dejaban de discutir con ella y le daban
la razón así sin más, porque sabía que en su mente no habían cambiado su forma
de pensar. Jerom se estaría riendo a carcajadas en sus pensamientos, diciendo:
"Eh, que tonta es esta chica".
Ella se giró
en el asiento para darle la espalda, apoyó su cara sobre sus brazos encima de
la puerta, que tenía la ventana abajo. Mientras tanto miraba su reflejo en el
espejo retrovisor lateral.
–También eres
fea –Jerom seguía balbuceando–. Y adicta a la morfina. Oh, gruñona de vez en
cuando. Y esa forma en la que gritas, me pone los pelos de punta. Ah, casi lo
olvido, tu ropa siempre está rota, deberías buscarte a un buen sastre. Y cuando
frunces el ceño, luces como una bruja.
Larissa volvió
a separar los labios, dejó de fruncir el ceño de inmediato y pasó sus dedos por
encima de su frente, para alisar cualquier arruga que pudiera quedar de su
gesto de disgusto.
–Gracias, tú
también eres lindo –masculló ella con un sarcasmo desalentado.
–Lo sé,
siempre me dicen que te tengo un atractivo sexual comparado con el de un dios
griego.
Ella se giró
hacia él, sin poder creer ese ego tan impresionante. Estaba a punto de echarse
a reír.
–Sí, claro –se
burló, cruzándose de brazos.
–De verdad –la
voz de él se hizo un poco más aguda, como cuando uno protesta, sabiendo que no
tiene la razón–. No lo estoy inventando, esas cosas me las dicen. ¿No has visto
la televisión?
Larissa dejó
de refutarle, no pensaba seguir hablándole. Jerom trató de continuar
insistiendo en su belleza masculina y todo lo demás, hasta que se dio cuenta de
que ella no estaba prestándole atención. Se hicieron minutos de profundo
silencio.
Esta parte de
la ciudad parecía muerta, incluso a Jerom, que era un vampiro, se le hacía
difícil escuchar los sonidos de las personas vivas alrededor. No había ruidos
de música, o puertas abriéndose en los departamentos, o voces saliendo de los
altavoces de un televisor, ni siquiera perros ladrando. A duras penas oyó esos
pájaros nocturnos que se burlaban con risas de la desgracia humana. Tuvo que
esperar un largo rato para atreverse a decir las siguientes palabras:
–Larissa –la
chica no se movió, seguía sin mirarlo–. Es mentira... no eres fea.
Finalmente, la
humana puso sus ojos negros sobre el muchacho. Al notar que tenía su atención,
él continuó.
–Bueno, no
completamente –se retractó. Larissa iba a darse la vuelta, pero él le atrapó un
brazo–. Me refiero a... tienes algunas cosas bonitas.
Ella cruzó los
brazos sobre su pecho y enarcó esa bonita ceja marrón.
–¿Ah sí?
¿Cuáles?
–Tus labios,
son bonitos.
–¿Qué más?
–El modo en
que tus pestañas se esparcen sobre tus mejillas cuando cierras los ojos –luego
de una pausa, siguió–. Esa pequeña nariz delicada, que se arruga cuando estás
enojada –le atrapó la nariz entre sus nudillos–. También tienes un bonito
cuerpo, no voy negarlo. Y... me gusta... esa forma en la que tu cara se sonroja
sobre tu piel pálida. Incluso debajo del maquillaje y los moretones.
Eso sí que
había dejado a Larissa sin habla. Cualquiera podría hablarle sobre cómo sus
ojos brillaban igual que las estrellas, o como su sonrisa era más reluciente
que el sol. Por supuesto, eran líneas que prácticamente estaban escritas. Todos
los hombres utilizaban esa técnica estúpida de conquista, parafraseando poemas
sin sentido, sin saber lo ridículos que se veían. En cambio, ¿Jerom se daba
cuenta del modo en que sus pestañas le tocaban la cara cuando cerraba los ojos?
¿Le gustaba el fruncir de su nariz? ¿O acaso notaba de verdad el rubor natural
que le cubría las mejillas?
Por instinto,
Larissa se llevó las manos a la cara, como si de esa forma pudiera sentir el
enrojecimiento de su rostro. Y de hecho, podía, sus mejillas estaban calientes
debido a la sangre que se le subía a la cabeza.
–¿Qué pasa?
¿Vas a decirme que no te gusto? –él intervino con esa misma arrogancia en la
que hablaba siempre. Sacudió la cabeza–. No, eso no es posible. Soy Jerom, soy extraordinariamente
guapo y soy músico, no necesito más que eso.
–Claro que sí,
necesitas una buena dosis de modestia.
Él se mostró atónito.
–Soy modesto
–Larissa largó una carcajada–. ¿De qué te ríes? Es cierto. Estoy siendo
solamente sincero y objetivo con respecto a mi apariencia, lo que dije es
apenas una pequeña parte de lo maravilloso que soy. Si yo fuese presumido, te
hablara de todos mis talentos, del modo en que puedo tocar música igual que una
banda de angelitos con arpas y flautas. O como mínimo, te hablaría de lo bien
que luzco desnudo. ¿Has visto estos músculos? –flexionó su brazo para
enseñarle–. O podría decirte lo excelente que soy besando. ¿Sabes? Mi lengua
tiene excelentes movimientos –Jerom tuvo un poco de lucidez en su discurso–.
Por supuesto, eso ya lo sabes, tú me has besado. De modo que, no puedo ser tan
poco atractivo para ti, ¿verdad? Te gusto, lo sé.
–¡Jerom!
–Larissa comenzó a alzar la voz, él hizo muecas, porque odiaba oírla gritar. De
pronto, algo la detuvo antes de continuar. Se calmó de un segundo a otro–.
¿Cuál es tu apellido? Ya sabes, es más fácil insultar cuando gritas el nombre
completo de alguien.
Para su
sorpresa, él le contestó. ¿La estaba invitando a insultarlo?
–Blade, Jerom
Blade.
–¡Jerom Blade!
–comenzó de nuevo a gritar, viéndose realmente rabiosa–. ¡No hay un atisbo de
modestia en ti!
–Claro que sí.
–¿No lo
entiendes? Decir que eres modesto, no es modesto –Larissa apretó los labios
antes de seguir–. Además, el chico al que besé era todo un amor. Besos,
halagos, galanterías, coqueteos seductores. No un cabrón arrogante.
Oh, cierto.
Jerom pensó. Tenía que seguir la línea de chico tierno que su hermano había
dejado entre los dos, o Larissa se volvería loca con sus cambios de
personalidad. Ella le estaba dando la espalda una vez más.
–Larissa...
–la llamó.
–¿Qué? –gruñó
la mortal bruscamente.
Jerom le
atrapó un brazo y tiró de este para hacerla girarse. Cuando lo logró, solamente
se quedó muy quieto, contemplando aquellos ojos oscuros.
El corazón de
Larissa iba de prisa, tanto que ella podía oír cada fuerte latido. Él estaba
ahí, inclinándose poco a poco más cerca de su rostro. Sus ojos eran oscuros
también, aunque mucho menos que los de ella, eran grises, un fuerte tono gris.
Él tenía la cara de un ángel, de un ser celestial que solamente ha nacido para
proteger. ¿Cómo podía ser tan engreído?
Sus labios,
cuando se les ponía atención, eran un paraíso, carnosos, rosas, masculinos. El
contacto de su mano sobre su brazo era absorbente, el aliento de menta que
salía de su boca la envolvía en un cálido hechizo. Ese joven tenía algo que la embelesaba,
seduciéndola, un encantamiento del que no se sentía capaz de escapar. Estaba
atrapada mientras sus respiraciones se mezclaban. Se sentía íntimo el compartir
el aliento con otra persona, el robarle cada exhalación de aire que expulsaba
su boca.
Los dos tenían
los labios entreabiertos, separados por unos escasos dos centímetros, esperando
por el roce cálido que se proporcionarían al tocarse. Justo cuando él estaba
dispuesto a hacer ese último movimiento que los uniría, Larissa empujó su
pecho, colérica.
–Idiota.
–¿Qué te hice
ahora?
–Eres un
imbécil –le dio un puñetazo en el pecho–. ¿Crees que no me di cuenta de que
estás jugando un sucio juego con tu hermano gemelo? Para que te enteres, ¡no
soy tonta! –gritó tan fuerte que Jerom tuvo que cubrirse los oídos bajo sus
manos–. Lo supe tan pronto apareció con esas bebidas, él es distinto. Su cabello
es negro, muy negro, sus ropas tenían otro color, ¿cuán estúpida me crees? Sus
ojos son claros, azul nocturno.
Jerom puso los
ojos en blanco.
–Ese color no
existe.
–Bien, lo
inventé. Aun así, ¿qué seguiría después? ¿Tendríamos un trío? –él se rió de manera
astuta–. ¿Te causa risa? Es porque es cierto, ¿no?
–Estás loca,
Larissa.
–Sí, muy
lindo, yo estoy loca. ¡Ustedes son dos pervertidos!
Un estrepitoso
ruido atestó el ambiente, el gruñido de un motor. A Larissa le pareció ver un
destello verde que ofuscó sus ojos, el verde eléctrico de una motocicleta con
un gran faro adelante. Encima había un muchacho vestido como el invierno. Largo
abrigo blanco, ondeando al viento igual que una capa, pantalones blancos,
ajustados, camiseta blanca, entallada por supuesto, adherida a todos sus
músculos abdominales. Tres accesorios en negro hacían juego con su vestimenta:
un par de guantes, sus elegantes zapatos y una máscara. Sin mencionar el
cabello color obsidiana.
La motocicleta
se detuvo frente al auto de Larissa, a unos pocos centímetros. Nike saltó al
suelo con elegancia y se quitó la máscara.
–Estaba
pensando –dijo–, que si vamos a hacer un trío, al menos debo estar presente,
¿no?
Ver a estos
dos juntos causó un poco de impresión en Larissa, una parte de ella realmente
esperaba haberse imaginado al segundo Jerom. Es decir, estaba consumiendo
potentes analgésicos y otras drogas, podía haber estado alucinando.
Pero no. En
realidad habían dos hombres tan sexis y apuestos en un mismo trozo de tierra.
¡Cielos!
Gracias al que se molestó en hacerle una réplica. Decía ella en el interior de
su mente.
Estupefacta,
volteó el rostro para mirar de nuevo a Jerom, el original, sentado a su lado. Y
luego, regresó la mirada hacia el segundo Jerom, el de la motocicleta, que le
estaba obsequiando una sonrisa tierna.
Señaló con un
dedo al chico de la moto.
–¡Tú! ¡Tú eres
el otro Jerom!
Nike rodeó su
automóvil, caminando despreocupadamente, y se recostó en la puerta del conductor,
inclinándose intencionalmente para estar cerca de ella.
–Nike, soy
Nike en realidad –le cogió una mano y la besó con sutileza–. Estoy enteramente
encantado de conocer a una bella dama como lo eres tú.
–Calla,
gemelito –gruñó ella.
–Ni siquiera
somos gemelos –farfulló Jerom.
–¿No lo son?
¿Entonces qué, los clonaron genéticamente?
–Somos
trillizos –le dijo Nike al oído.
–¿Trillizos?
Maldita sea, ¿hay tres de ustedes? Eso significa... Espera, ¿eso significa que
tres de ustedes han estado jugando conmigo?
–No creo que a
Joey le gustes tanto como para hacer un trío –Jerom se burló de forma traviesa.
–Joey, ¿eh?
–Larissa discurrió en un tono calculador–. ¿Es gay? ¿Por qué es que no le
gusto?
Jerom y Nike
intercambiaron una mirada.
–No le
gustas... –inició Nike.
–Porque no es
gay –finalizó Jerom.
–Es una chica
–dijeron los dos al mismo tiempo, extendiendo sus puños para golpearlos justo
delante de Larissa.
Ella recordó
ese momento cuando fue capturada por la policía, aquel día que Jerom cerró un
puño para que ella lo chocara, después le explicó que tenía que ver con su hermano.
A esto se refería.
–Bueno, eso es
un alivio –suspiró–. Tampoco siento esa clase de simpatía por las chicas.
–Oh, rayos
–soltó Nike con los dientes apretados–. Hubiera sido divertido.
Los dos chicos
soltaron risitas, Nike enmudeció, endureciendo su semblante luego de un minuto
para mirar fijamente a su hermano.
–Tengo un
asunto pendiente contigo, Blade –entrecerró los ojos al mirarlo–. Anda, sal de
ahí.
Jerom bajó del
auto; por alguna razón, Larissa también. El joven de cabello castaño se irguió
y se arremangó la camiseta.
–¿Qué pasa,
hermano?
–¿Todavía lo
preguntas? Estuviste a punto de besar a mi chica. Si no me equivoco, te escuché
decir: "Completamente, no me gusta Larissa, es mi amiga, blah, blah,
blah" –Nike imitó una boca hablando con su mano.
Jerom levantó
los hombros como si eso pudiera excusarlo.
–No estaba
mintiendo, bro. Además, tú robaste mi identidad. ¿Qué esperabas que hiciera?
¿Decirle que soy bipolar? O, mejor, decirle que soy tú. De ese modo habría sido
menos confuso.
Su hermano le
dio una mirada detractora.
–¿No estabas
mintiendo? Entonces, ¿qué fue toda esa porquería de: "Oh, Larissa, tus
labios, tus pestañas, tu cuerpo"? Noté el modo en que la mirabas.
Otro
encogimiento de hombros por parte de Jerom.
–Trataba de
actuar como tú, solo eso.
Sin saber por
qué, Larissa se sintió herida, furiosa.
–¿Saben? Sigo
aquí.
Los dos
muchachos reposaron los ojos en ella durante un segundo para después ignorarla
como si jamás hubiese emitido una palabra. Se aproximaron el uno al otro,
lanzándose miradas desafiantes, caminando con zancadas lentas, movimientos
enteramente amenazantes y masculinos.
En un momento
estaban caminando, al siguiente, se encontraban tan cerca que sus perfiladas
narices se rozaban. Si no fuese por el fuego en sus miradas, Larissa habría
creído que iban a besarse, algo le recorrió el pecho, un caluroso escalofrío
interno que hizo arder su piel. Pensaba que eso era sexy, no pudo evitar
morderse los labios, hasta que recordó que ambos estaban a punto de golpearse.
Claro que verlos pelear sería interesante también, observar cada movimiento en
sus cuerpos, la flexión de sus músculos. Pero, diablos, estaba nerviosa de que
fueran a desfigurar esos bonitos rostros de ángeles.
Un segundo
antes de que se arrojaran encima del otro, los dos se detuvieron e inspeccionaron
sus manos, donde sus anillos exactamente idénticos estaban expulsando chispazos
de luz. Una canción de rock comenzó a sonar desde alguna parte, Max Harrison
era la voz que cantaba. Nike se ruborizó y sonrió, una sonrisa sublime y
celestial, coqueta.
–Lo siento
–metió la mano en los bolsillos internos de su sobretodo y sacó uno de esos
teléfonos celulares modernos. Cuando oprimió el botón, una pequeña imagen
holográfica se proyectó en el aire. Era una chica con largo cabello marrón y
una máscara negra igual a la de Nike–. ¿Qué hay de nuevo, Mica?
–Nike, el
libro... –empezó a decirle–. El libro muestra el nombre de tu hermano en este
momento, en color rojo.
–¿Cuál
hermano? –Nike estudió cuidadosamente a Jerom.
–Anker.
–¿Por quién está
siendo atacado?
–La esfera
muestra a uno de los nuestros, solo que no puedo reconocerlo, está enmascarado.
–¿En dónde
están?
–Ese es el
problema, creemos que están aquí, en alguna parte del castillo de Zukunft. No
estamos seguros de la ubicación exacta, las imágenes que muestra la esfera de
cristal parecen ciertamente difusas.
–Hace un
momento estaba en Los Suburbios con nosotros. ¿Cómo es qué... –Nike se detuvo
para mirar su anillo cambiar de color una y otra vez, provocando ardor en su
mano derecha–. Como sea, estaré ahí en un segundo.
La imagen de
Mica desapareció.
El vampiro
registró sus bolsillos y alcanzó algún tipo de naipe rectangular, el cual tenía
en su dorso la figura de alguna especie de ave similar a un cuervo, pero
blanco. En la parte interna tenía un dibujo de un tribal que se asemejaba a un
par de alas.
Nike sostuvo
la carta en lo alto, como si tratara de ocultar la iluminación de la luna
detrás de esta. La soltó.
El naipe, en
lugar de caer igual que una pluma hacia el suelo, se quedó ahí, flotando en
medio del aire por encima de sus cabezas. Nike se quitó el sobretodo, lo arrojó
a sus pies, lo pateó y empezó a levantar el borde de su camiseta para
quitársela.
La boca de
Larissa se abrió lentamente. ¿Qué mierda estaba sucediendo?
Primero, un
naipe volador. Luego, un chico stripper. ¿Iba a desnudarse? ¿Frente a ella?
¿Hablaba en serio con lo del trío? Se obligó a cerrar la boca, cubriéndosela
bajo sus dos manos.
Unas palabras
apresuradas salieron de la boca de Nike en un murmullo alto, sin embargo, ella
no logró comprenderlas. Le pareció que era una lengua extranjera, una que nunca
había oído, pero que sonaba similar al italiano entremezclado con griego.
Ella comenzó a
ver esos deliciosos huesos de las caderas de Nike, el vientre plano, el inicio
de su duro abdomen, que a pesar de ser delgado, tenía definido cada perfecto
músculo. Su piel era más pálida en esa zona donde sus pantalones caían,
mostrando la marca de sus boxers Calvin Klein. Sus pectorales, bíceps, tríceps,
hombros, estaban esculpidos de manera artística. Las manos de Larissa estaban
ansiosas e impacientes por poner sus dedos en esa lisa piel desnuda.
El naipe que
estaba en medio del aire, delante de Nike, comenzó a moverse de forma
escurridiza, doblándose igual que una pequeña alfombra voladora, moviéndose de
un lugar a otro como una mariposa. Hasta que encontró la parte alta de la
espalda de Nike y se adhirió a su piel descubierta durante al menos un minuto.
El muchacho volvió a repetir las palabras en aquel exótico idioma, que sonaba
sensual en sus labios, y la carta regresó a su mano, salvo que, la cara interna
de la misma se hallaba vacía ahora, la figura de las alas se había ido, dejando
solamente la cara externa con aquella imagen del cuervo blanco.
Cuando el
vampiro se dio la vuelta, Larissa fue capaz de ver que había algo tatuado entre
sus omóplatos. Un tribal. Las alas, las mismas que habían estado antes en la
carta se habían traspasado de alguna manera a su piel.
Y, de un
instante a otro, Nike estaba volando, tal como esos ilusionistas que transmiten
por televisión, tal como si tuviese un extraño poder de levitación. El tatuaje
en su espalda tenía un resplandor que variaba en tonos dorados, plata, bronce y
negro, y, entre un parpadeo y el siguiente, parecía moverse sigilosamente.
Joder, estoy
en un puto sueño, pensó Larissa para sí misma. Cuando creía que las cosas no
podían estar más locas, Nike le sonrió, mostrándole un par de colmillos
tajantes, puntiagudos y asesinos.
–¡Lo sabía!
¡Tienen colmillos! –vociferó ella.
Repentinamente,
una serie de imágenes le invadieron la memoria, fotografías veloces franquearon
su mente. Se llevó las manos al cuello, recordando ese instante en que fue
mordida por Jerom y Nike. Todo volvió a ella, el extraño castillo de piedra
donde los halló, el torso desnudo de Jerom, con un tatuaje en su pectoral de
una flor con colmillos, el disparo que había recibido Anker en la espalda.
Anker, por supuesto, el chico rubio que creían que había sido adoptado, el
tercer hermano del que hablaba la chica en el teléfono celular. Por último,
recordó el beso que le había robado a Nike, el primer beso.
Vampiros.
Todos estos
chicos eran vampiros que pertenecían a una extraña sociedad de guerreros,
encargados de proteger a los humanos a cambio de una mordida en el cuello. A
eso se refería Robert, ¿no? Sí, por eso estaban tan interesados en ella,
querían su sangre. Solo eso.
Antes de poder
seguir pensando, Larissa escuchó ese familiar sonido que alertaba peligro. El
sonido del viento agitándose debido a decenas de pares de alas removiendo el
aire. Vanthes. Gritó cuando algo la atrapó del cuello, garras se clavaron muy
profundamente en su piel, ahogándola.
–¡Larissa!
–escuchó vociferar a Jerom, quien se subió corriendo a su automóvil y saltó
desde la cubierta para atrapar a la bestia antes de que esta saliera volando.
El muchacho se
colgó del cuello del monstruo azul, estrangulándolo con sus brazos al mismo
tiempo. El Vanthe agitó sus alas y emprendió vuelo mientras desgarraba el
cuello de Larissa y era ahorcado por Jerom, quien a su vez rebuscaba en su ropa
un arma para usar. Después de encontrar una de sus largas dagas delgadas, la
enterró en el cuello del Vanthe. Este no fue capaz de mantener el vuelo, soltó
a Larissa y los tres fueron directo al suelo.
Nike atrapó a
Larissa antes de caer, Jerom rodó por el piso y el Vanthe se revolcó en el asfalto,
manchándolo con ese líquido oscuro que era su sangre. Aturdido, Jerom logró
ponerse de rodillas y levantarse con torpeza, su hermano le entregó a la
humana, poniéndola con delicadeza en sus brazos.
–Hay más de
ellos –Nike jadeó–. Quédate con Larissa, yo iré por Anker.
–Nike –le
llamó Jerom cuando estaba dando la vuelta–. No dejes que nada le pase –se
refería a Anker.
Nike reposó
una mano en el hombro de su hermano.
–Lo mismo digo
–farfulló, señalando con su barbilla a Larissa antes de elevarse por los aires
y marcharse.
Larissa lloró
en los brazos de Jerom, sacudiéndose.
–¡Suéltame,
vampiro!
La sangre de
ella estaba brotando desde las desgarraduras de su garganta. Él la miró, sus ojos
caían sobre su cuello, los cuales parecían remotos mientras ladeaba ligeramente
la cabeza y se lamía los labios. Un escalofrío se escurrió por la columna
vertebral de Larissa, su pecho estaba subiendo y bajando a un ritmo inestable,
su corazón latía tan rápido que su tórax tenía una extraña vibración.
Jerom se
movió, la obligó a sentarse en la motocicleta de su hermano y la sostuvo
cuidadosamente antes de poner una mano muy cerca de sus pechos, justo encima de
sus costillas. En lugar de relajarse, el corazón de ella triplicó su velocidad.
Sentir los dedos de ese vampiro presionando ligeramente su piel a través de su
camisa, le quitó el aliento del cuerpo.
–Larissa,
cálmate –él indicó con suavidad–. Tus latidos van tan rápido como los de una
persona que está cerca de morir. Debes respirar, o tu corazón podría
paralizarse.
Él lo sabía
bien, estaba acostumbrado a sentir el ritmo cardiaco de esas personas a las que
mordía. Siempre se obligaba a detenerse cuando las palpitaciones en sus venas
se volvían apresuradas, porque eso significaba que su corazón estaba batallando
para mantenerse funcionando.
La chica
estaba hipando sollozos, su cara era un reguero de maquillaje derretido por sus
lágrimas, los moretones en su piel estaban comenzando a estar más visibles.
Ella solo deseaba salir corriendo, lejos de los Vanthes, lejos de los vampiros.
¿No podía
simplemente tener una noche tranquila? ¿No podía cerrar los ojos y acurrucarse
en los asientos de su auto? ¿No podía sentarse en alguna calle silenciosa a
fumar un cigarrillo con su mejor amiga?
No. No podía
mientras fuera luna llena y existieran los Vanthes. Asustada, saltó de la
motocicleta y se echó a correr, solo para tropezar nuevamente con Jerom, que se
las había arreglado para aparecer justo delante de ella.
–¡Trato de
protegerte, Larissa! –le gritó, atrapándola en sus brazos.
–¡Mentiroso!
–ella aclamó entre lloriqueos–. ¡Luego querrás mi sangre, al igual que ellos,
eres otro monstruo!
Él la miró con
reproche.
–Te lo
prometo, no voy a morderte otra vez.
Un agudo
chillido tomó forma en los oídos de Larissa, un infernal sonido demoniaco. Eran
más bestias haciendo sus endemoniados ruidos. De repente, Jerom no estaba de
pie grácilmente frente a ella, sino en el suelo, atrapado entre las garras de
tres Vanthes. El vampiro se sacudía, mostrando sus colmillos igual que un feroz
animal herido. Ella dejó que un grito ahogado se escapara de sus labios, su
cuerpo entero estaba temblando de miedo. Todo parecía una pesadilla, de esas en
las que solamente quieres despertar y que todo desaparezca.
Sin saber lo
que hacía, se abalanzó sobre una de las bestias azules, se colgó en su cuello y
empezó a rasguñarle la cara con sus uñas, surcando grandes aberturas en esa
piel pálida igual que el hielo. No era como si eso fuera a hacerle un verdadero
daño, no obstante, era una distracción.
Mientras uno
de los Vanthes estuviera ocupado con ella, Jerom podría ser capaz de mover la
mano en la que sujetaba su daga. Él lo hizo, enterrándola en el centro del
pecho de uno de sus atacantes. Al último de ellos lo pateó para mantenerlo
lejos, pero era muy evidente que necesitaría un poco de ayuda, había sido
gravemente herido con garras, colmillos y hasta armas blancas.
Larissa lo vio
sacando algo de los bolsillos de sus pantalones, otra de esas tarjetas negras
con un cuervo blanco en una de sus caras. Al fijarse bien, ella pudo notar que
en la otra cara había un dibujo distinto al de las alas de Nike. Esta tenía
fuego, llamas plateadas que parecían vivas dentro de la imagen.
El Vanthe que
estaba atrapando a Larissa aprovechó que se encontraba distraída para lanzarla
por los aires. Ella gritó y fue enviada hacia lo lejos.
Jerom apretó
los dientes al oírla, pero no hizo otra cosa que continuar concentrado en esa
carta extraña. La puso contra la palma de su mano, con las llamas tocando su
piel, sus labios pronunciando esas raras palabras extranjeras que antes había
balbuceado su gemelo.
Larissa se
arrastró por el pavimento, aturdida, tenía serias magulladuras y contusiones en
cada parte de su cuerpo, rasgaduras sangrantes en su piel. Jadeó. Súbitamente,
algo le aplastó la cabeza, golpeándola tan fuerte que pudo escuchar el sonido
de su cráneo al rebotar contra el cemento y sintió la explosión de sangre
caliente deslizándose sobre su rostro. Incapaz de seguir moviéndose, se dejó
caer sobre su espalda y permaneció tendida en la superficie dura al tiempo que
trataba de respirar.
El Vanthe que
la había azotado se alzó sobre ella, sus colmillos largos estaban desplegados
mientras se inclinaba más cerca de su cuerpo, la daga de Jerom estaba en su
mano, dirigiéndose lentamente hacia su rostro.
Ella solo
esperó, parpadeando perezosamente. Al abrir los ojos, vislumbró fogonazos de
luz plateada-naranja, eran llamas envolviendo a la bestia, cuyos brazos se
movieron en el aire para deshacerse de ellas al tiempo que emitía aullidos
inhumanos. Los agujeros en su rostro parecían más vacíos que siempre cuando se
paralizó, un instante antes de caerse hacia atrás, chamuscado por ese fuego
mágico.
Sintió que
alguien la arrastraba, sacándola del calor del fuego y manteniéndola lejos del
cuerpo ardiente del ángel demoniaco. Una voz estaba dando vueltas en su cabeza,
hablándole con urgencia, pero ella no logró comprender una maldita palabra, el
sonido se alejaba.
–Larissa, ¿me
oyes? –comprendió finalmente, era Jerom quien le estaba hablando.
Se forzó a
mover la cabeza de arriba abajo, a pesar de que incluso este movimiento le
causaba un tortuoso mareo e insufrible dolor. Escuchó un suspiro de alivio
proveniente del vampiro.
–Vas a estar
bien, ¿escuchaste? –le dijo.
Cuando abrió
los ojos su visión iba y venía, tuvo que esforzarse para enfocar algo, tal como
el lente de una cámara fotográfica con poca profundidad de campo. La imagen de
las llamas resplandecía en la mano de Jerom igual que un tatuaje. El resto del
panorama estaba borroso. Sus ojos captaron destellos iguales a fuegos
artificiales, entonces se dio cuenta de lo que sucedía. Las manos del vampiro
podían disparar fuego a todas partes, él solo dirigía su palma hacia donde sea
que se encontraran los Vanthes y los convertía en barbacoa. Cuando no quería
expulsar llamas, Jerom cerraba los puños fuertemente, aunque estos temblaban.
Larissa perdió
la consciencia.
Nike se desplazó
por las escaleras del castillo de Zukunft hacia abajo, estaba tan oscuro que
era difícil para él distinguir cada cosa, inclusive con su visión vampírica.
Escuchó el forcejeo de una batalla en el piso inferior y estuvo seguro de que
su hermano menor se encontraba ahí, casi podía olfatearlo.
Saltó el resto
de los peldaños de las escaleras y aterrizó con gracia en el suelo de linóleo
de abajo. Todo tenía el color negro de las sombras, pudo divisar a Anker
tumbado sobre una pila de trozos de madera, su traje manchado en sangre. Otro
de los guerreros estaba ahí también, caminando como un depredador alrededor de
su hermano, sosteniendo en lo alto dos cuchillos. Arrojó uno de ellos.
Nike voló a
toda velocidad y atrapó el arma antes de que pudiera herir a Anker. El sujeto
enmascarado, vestido de blanco, arrojó su segundo cuchillo, el cual se le
enterró en el antebrazo cuando trató de atraparlo. El vampiro de cabello negro
maldijo, extrayendo el cuchillo de su carne.
–Muévete o te
mataré también –le advirtió el atacante.
Anker jadeó a
sus espaldas.
–¿Qué es lo
que pasa contigo? ¿Quieres tener serios problemas con el Timeus? –gruñó Nike–.
Déjame avisarte, que si vuelves a lastimar a mi hermanito menor –Anker soltó un
resoplido irritado–, te haré lamentarlo, traicionero.
–Hey, amigo,
te estás equivocando. No soy uno de los traicioneros –le respondió el joven–.
Ataqué a ese niñita porque él me atacó primero.
Nike dejó que
un poco de sorpresa cruzara su mirada, recompuso su semblante y frunció el
ceño.
–¿Crees que
puedes engañarme, amigo? –replicó–.
¿No es extraño que el nombre de Anker sea el que aparezca en el libro? Déjame
recordarte: la víctima, en el libro, el atacante, en la esfera.
–¡Nike! –Anker
exclamó, poniéndose de pie a toda prisa para empujarlo contra una pared antes
de que fuera atravesado por una flecha mágica hechizada.
Sacudiendo la
cabeza, Nike notó que había más vampiros en la estancia, escudriñándolo con
ojos rojos. Anker aproximó su rostro más cerca y lo mantuvo inmóvil.
–De nada
–murmuró por lo bajo con ese tono malvado que usualmente utilizaba en peleas.
Los vampiros
ocultos en las penumbras comenzaron a mostrarse, uno a uno, apareciendo en
trajes negros y máscaras blancas con picos encorvados en el lugar donde debería
estar la curvatura para sus narices. Nike se dio cuenta, eran exactamente como
esos cuervos blancos de su baraja de hechizos.
–Es verdad –la
voz de uno de ellos emergió desde la oscuridad–. Él no es un traicionero.
Nosotros sí.
8 comentarios:
Hola nueva lectora. Tu blog me lo ha recomendado WilmelizB (Susy).
La saga de The violet city me esta gustando. Espero pronto llegar a esta.
Hola vaya me gustaria leer ya esta novela, pero todavia voy por el hotel nightmere. Tu blog me lo recomendo WilmelizB (Susy) esa loca tonta no se equivocaba con lo estupendo que es el blog.
Tu querido blog me lo recomendo una amiga WilmelizB (Susy). Comenze a leer tus novelas anteriores y me gustan. Felicidades,
Vaya veo que mis compañeras decidieron comentar aquí. Ok este blog me lo recomendó WilmelizB (susy). Ya he leído todas las novelas. he estado toda la semana leyendo. Me ha encantado tus novelas susy no se equivocaba
Siguela siguela siguela siguela
Tus novelas son estupendas nunca lo olvides
Buenas este blog me lo recomendo Wilmeliz (Susy). Por lo que he leido de tus novelas me estan gustando. Se me hacen muy divertidas he interesantes.
Lo siento soy la chica de arriba quise escribir WilmelizB (susy).
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